Martín Díaz/ La Nube
La construcción del Museo del Ferrocarril en Reynosa ha sido etiquetada como un proyecto improvisado, carente de planificación y seriedad, confirmando las inquietudes de la ciudadanía desde que el joven alcalde, Carlos Peña, asumió el cargo. Su reputación de improvisación y la falta de proyectos concretos han generado escepticismo sobre la calidad de la obra, reflejando posiblemente las mismas características atribuidas a su personalidad.
Esta obra, marcada por la improvisación y la ausencia de un proyecto serio, ha tenido un costo millonario para los reynosenses, como lo demuestra la frecuente postergación de la fecha de entrega y los cambios constantes en el diseño, incrementando así los costos. Un ejemplo de esto es el cambio reciente en el diseño de la fachada, que esta frente a las vías donde ya habían colocado una estructura que serviría como vista y posteriormente fue eliminada para colocar en su lugar piedra como fachada, evidenciando la falta de consistencia en la planificación y aumentando los gastos del proyecto.
El Museo del Ferrocarril, heredado por la madre alcaldesa y continuado por el joven alcalde, parece ser una obra mal planificada, llena de observaciones y excesivamente costosa para una ciudad con numerosas necesidades urgentes. Ante las constantes evidencias de los errores de esta familia incrustada en el gobierno es muy probable que, ni la madre alcaldesa ni el joven alcalde asistan al corte del listón de esta obra, que debería ser un orgullo para el “Makiato”.